domingo, 31 de marzo de 2013

EL ESTRECHO DE ANIAN


Publicado el 23 de octubre de 2011




Aristóteles habló de la Atlántida lo mismo que los chinos contaron a Marco Polo que al este de Catay, nombre que recibía la China, había otras tierras que se conocían como el Reino de Anian.
Eso ocurría en los siglos XIII-XIV y el ilustre viajero recogió la información en su Libro de las Maravillas, en donde describía sus viajes, entre otras cosas.
El descubrimiento de América, que al principio se creyó que formaba parte de la India, vino a corroborar aquella información que el veneciano recibió de sus amigos chinos.
Pero lo que en principio era un descubrimiento de primera magnitud, vino a poner un obstáculo casi insalvable a la idea que el descubridor llevaba y que no era otra que encontrar una ruta a las Indias que no tuviera necesidad de rodear África.
El Reino de Anian podía ser el continente americano, por eso, cuando con Vespuccio y otros, entendieron que de ninguna manera la tierra recién descubierta formaba parte de las míticas Indias, comprendieron que el escollo que suponía para la navegación directa hacia la tierra de las especias era insalvable y por eso los descubridores no profundizaban mucho en el continente, sino que se esforzaban en recorrerlo arriba y abajo, en busca de un paso que les permitiera llegar a Cipango, Catay o la India.
Cuando además de comprender la magnitud del escollo, averiguaron la longitud aproximada que de norte a sur tenía aquel continente que se extendía ante ellos, es cuando por fin se esforzaron en penetrar en el mismo, en una serie de operaciones propiciadas por el rey Fernando y que se titulaba “La conquista de Tierra Firme”. Así Pizarro y Cortés, entre otros, descubrieron y colonizaron los imperios inca y azteca, y Vasco Núñez de Balboa, descubrió el Océano Pacífico, el 25 de septiembre de 1513.
La existencia del otro océano que se presentaba inmenso conformó ya de manera indiscutible que no habría manera de llegar a las Indias por aquella ruta a menos que se descubriera un paso que comunicara los dos océanos.
Durante los siglos XVI y XVII, a ese supuesto y mítico paso entre océanos, empezó a conocérsele como El Estrecho de Anian y que hasta entonces se le buscaba como el Paso del Norte, pretendiendo que debería buscarse por las latitudes septentrionales, pues ya se había descubierto la ruta del Cabo de Hornos por el sur y la experiencia hacía pensar en que no era la adecuada, tal era el peligro que dicho lugar encerraba. Tampoco lo era rodear África por el Cabo de Buena Esperanza, que además de una ruta muy larga, estaba plagada de piratas, sobre todo al pasar al océano Índico, y así los exploradores marítimos se afanaron en encontrar el legendario Estrecho que conectara con facilidad los océanos.

Las diferentes rutas del Paso del Norte en la actualidad. Foto tomada en verano

Pero además, las potencias Europeas tenían otro inconveniente y es que en uno y otro cabo, habían de encontrarse con las armadas española y portuguesa que bloqueaban la ruta. Por eso se afanaban en encontrar el legendario Paso del Norte y los más intrépidos navegantes se lanzaron a la aventura de explorar las frías regiones septentrionales, aunque todos acabaron derrotados por un frío extremos que llegaba incluso a congelar la mar, apresando a los barcos que se atrevían en tan inhóspitas aguas.
Tantos fueron los fracasos, tantas las calamidades y tantas las vidas que se cobró aquella aventura que durante mucho tiempo la búsqueda del paso fue abandonada.
A finales del siglo XVI, el marino español Lorenzo Ferrer Maldonado tras un viaje, afirmó que había encontrado el paso y que lo había cruzado, sin embargo no había confirmación oficial por parte de los fedatarios públicos que se embarcaban en aquellas aventuras, que normalmente solían ser clérigos enviados por el rey.
Años después, con nuevos elementos de medición y navegación, el relato de Ferrer se consideró falso directamente porque en él se citaban latitudes, distancias y otras circunstancias que se consideraban imposibles.
En el año 1817, el gobierno británico, ofreció una recompensa de veinte mil libras esterlinas para quien hallara el citado paso. La oferta de semejante cantidad de dinero, sobre todo en aquella época, espoleó la codicia de muchos navegantes que se lanzaron a organizar numerosas expediciones, convencidos de que aquella ruta del Polo Norte debía existir, porque se tenían noticias de que los vikingos habían navegado por aquellas aguas y las leyendas y tradiciones hablaban de haber llegado mucho más allá de Alaska.
Pero eso había sido antes de la Pequeña Edad de Hielo; luego, toda posibilidad de navegar por aquellas aguas al norte de Canadá, se había hecho imposible.
La Pequeña Edad de Hielo fue un período frío que abarcó casi cinco siglos, desde el XIV al XIX y con el que se puso fin a una temporada extremadamente calurosa denominado Período cálido Medieval, que también duró cinco siglos.
Esa Pequeña Edad de Hielo está perfectamente documentada en España en donde el río Ebro se heló siete veces, se inició un nuevo tipo de negocio consistente en la creación de neveros o pozos de nieve con los que se surtían a las grandes ciudades y se crearon los glaciares de los Pirineos, Picos de Europa y de Sierra Nevada, los últimos de los cuales se fundieron a finales del siglo XIX. La existencia de nieve en las cumbres de dichas cordilleras y de otras de la Península, aún se debe a la reminiscencia de aquel período del que vamos saliendo para entrar en un nuevo período cálido.
Pero volviendo a la historia, aquel período de extrema frialdad, que ciertamente no supuso más que la bajada de la temperatura media anual en grado y medio, trajo como consecuencia que muchos de los canales entre las infinitas islas del norte de Canadá, se helaran, impidiendo el paso de las embarcaciones y, lo que es peor, atrapando a alguna de ellas, como lo sucedido con el marino británico Sir John Franklin, cuya expedición desapareció y el misterio de lo sucedido no fue desvelado hasta catorce años más tarde.
Franklin estaba obsesionado con encontrar el Paso del Norte y en 1845 consiguió del Almirantazgo británico la financiación de una expedición en la que a bordo de los navíos bombarderos propulsados por hélice movida a vapor, el HMS Erebus y el HMS Terror, iban ciento veintiocho hombres de los que se perdió toda pista y se careció de cualquier noticia por espacio de muchos años.
La desaparición misteriosa de aquella expedición desató la sed de aventuras de muchos marinos y, espoleados por la esposa del desaparecido Sir, llegaron a converger en Groenlandia hasta diez expediciones británicas y dos estadounidenses que se dirigían al Ártico, aunque alguna de ellas en realidad iban a la búsqueda del Polo Norte.
Se tardaron cinco años en tener las primeras pistas de la expedición de Franklin, cuando en la Isla Beechey se encontraron los primeros rastros de aquella expedición así como tres tumbas de hombres que habían muerto un año después de iniciada, pero por causas naturales.
En 1854 un explorador irlandés llamado Rae, obtuvo información de unos esquimales que le hablaron de un grupo de hombres blancos que habían muerto de hambre y frío en la Península de Boothia y les mostraron pertenencias y armas procedentes de aquellos expedicionarios.
Cuando la información de Rae fue conocida en el Reino Unido, la esposa de Franklin financió una nueva expedición para investigar a fondo los detalles de aquel informe y en el verano de 1859 aquella expedición encontró una especie de monumento hecho con piedras a la manera que los exploradores solían dejar sus informes. Allí encontraron una carta firmada por los dos capitanes de ambos navíos desaparecidos que estaba fechada el 25 de abril de 1848 y en la que daban noticia de la tragedia que estaban sufriendo. Según aquel documento, los barcos habían quedado atrapados en el hielo desde el mes de septiembre de 1846, fecha en la que ya habían muerto nueve oficiales y quince marineros. El propio Franklin había fallecido el 11 de junio de 1847.
Los supervivientes abandonaron los barcos para dirigirse hacia el sur, con la intención de alcanzar algún lugar menos inhóspito. La expedición de búsqueda encontró varios cuerpos congelados y una gran cantidad de equipo abandonado.
La falta de previsión con respecto al aprovisionamiento, la nula experiencia de la vida en zonas árticas y posiblemente el escorbuto o el saturnismo, como consecuencia de la ingestión de comida en lata que se sellaba con plomo, se señalaron como las causas más razonables y probables de la tragedia en que derivó aquella expedición.
Mientras, toda clase de leyendas y relatos corrían de boca en boca, alimentados por la falta de información fiable en la misma medida que la exacerbada imaginación de los marinos hacían engrosar los numerosos bulos que circularon.
La más escalofriantes de estas leyendas es la del barco fantasma Octavius. A día de hoy aún se desconoce si la historia es real o es fruto de la imaginación, sin embargo, el Octavius entró a formar parte del escalafón de barcos misteriosos.
Los hechos ocurrieron en 1775 cuando el ballenero Herald que al mando del capitán Warren navegaba en la Bahía de Baffin, al oeste de Groenlandia, se encontró con este barco abandonado.
Al avistar el buque, el capitán Warren mandó arriar un bote y con varios marineros se dirigieron hacia él. Lograron subir a bordo en donde todo estaba desierto. Bajo cubierta, encontraron a la tripulación acostados en sus literas, cubiertos por varias mantas y ropajes, muertos y congelados. El cuerpo del capitán se encontró en su camarote, sentado ante una mesa, con una pluma en la mano y el cuaderno de bitácora abierto ante él. En el siguiente camarote había tres cadáveres: una mujer, recostada en una litera, un hombre con una piedra de pedernal y un trozo de metal ante un puñado de serrín y un niño recostado bajo una chaqueta de marino.
En la mar, los barcos a la deriva, con la tripulación fallecida o desaparecida, son considerados malos augurios y los marineros del Herald, forzaron a su capitán a abandonar el buque sin llevarse nada de él, salvo el cuaderno de bitácora que Warren confió a uno de los marineros. Al llegar a su barco el capitán comprobó que todas las hojas del cuaderno, salvo la primera y la última, se habían perdido, quizás por un descuido del marinero al que se lo había confiado que las había dejado caer al mar, aunque es probable que la superstición le hiciese tirarlas intencionadamente.
En la primera página del cuaderno, el capitán del Octavius escribió que partieron de Inglaterra con rumbo a China el día 10 de septiembre de 1761; en la última había escrito el 11 de noviembre de 1762 y narraba que llevaban diecisiete días atrapados entre el hielo y daba las coordenadas de la situación en aquel momento. Refería las muertes que ya se habían producido por el intenso frío, que el fuego de a bordo se había apagado y que el contramaestre trataba de encenderlo nuevamente. En esa operación parece que le llegó la muerte por congelación.
Según la situación aproximada que da el capitán, el barco quedó atrapado en el hielo al norte de Alaska y fue encontrado al otro lado del continente americano lo que supone que, a la deriva, había cruzado el Paso del Norte a lo largo de los trece años que llevaba navegando como barco fantasma.
La historia es poco creíble, pero ahí está, decorando el mundo de leyendas fantásticas que en torno a la mar se han forjado. El Paso del Norte, el legendario Estrecho de Anián, son hoy en día una ruta perfectamente navegable, aunque extremadamente peligrosa. Los bloques de hielo que navegan a la deriva pueden colisionar con un barco e incluso atraparlo entre varios de ellos sin posibilidad de escape.
Sin embargo, hasta el año 1906 el noruego Roald Amundsen no logró encontrar el famoso paso y eso en buena parte debido a que la Pequeña Edad de Hielo ya había dejado de hacer sentir sus afiladas garras y el hielo se había retirado de muchos de los estrechos que unen las numerosas islas que forman el norte del continente americano.


Pintura del Octavius navegando entre los hielos



1 comentario:

  1. ¿Saben los sumos sacerdotes de esta nueva religion del calentamiento global eso de las mini eras de frio y calor? Por que me parece muy interesante.

    Gracias

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