domingo, 31 de marzo de 2013

LA VUELTA AL MUNDO EN 72 DÍAS


Publicado el 9 de octubre de 2011




Se dice como si de un tópico se tratara, pero es la pura verdad y es que la realidad supera a la ficción.
Este que voy a contar es uno de esos casos flagrantes.
En 1872, por “entregas”, que era la forma en que entonces se conocía esa manera de editar y que ahora diríamos por fascículos, publicó el gran escritor francés y maestro de la ficción, Julio Verne, su novela “La vuelta al Mundo en 80 días”.
En ella se relata cómo un flemático caballero inglés llamado Phileas Foog, por una absurda apuesta con unos amigos en el Reform Club de Londres, arriesgando la mitad de su fortuna, se compromete a dar la vuelta al Mundo en ochenta días y usando solamente los medios disponibles por cualquier ciudadano en aquella época.
Así, acompañado por un criado francés y tratando siempre de que sus itinerarios sean a través de territorio británico, sale de Londres el día dos de octubre del mismo año de su publicación.
Teniendo en cuenta que era la época de mayor esplendor del Imperio británico, no resultaba difícil caminar siempre por suelo casi considerado patrio.
La novela que se hizo más famosa aún cuando fue llevada al cine, es fascinante y a todos nos cautivó de pequeños, pero lo que muchos desconocen es que la hazaña ficticia del señor Foog, fue superada en la realidad por la de una joven norteamericana que rebajó el record del británico en 8 días.
Elizabeth Jane Cochran, más conocida por su nombre periodístico de Nellie Bly, nació en Pensilvania el 5 de mayo de 1864. Tenía por tanto ocho años cuando Verne publica su famosa novela.
A la edad de 16 años, leyó un artículo en un periódico neoyorquino que la hizo reaccionar de forma incendiaria, escribiendo una durísima carta al director del periódico que sorprendido por la contestación de aquella señorita, quiso conocerla y a continuación le ofreció un puesto de trabajo en el periódico.

Fotografía de la bella Elizabeth J. Cochran

En aquella época casi todas las mujeres que escribían y sobre todo las que lo hacían en periódicos, lo hacían con un pseudónimo y entonces la intrépida joven adoptó el nombre de Nellie Bly, un personaje de una famosa canción de un tal Foster, conciudadano de la joven y que no resulta demasiado conocido si no se dice de él que fue el autor de la famosa canción Oh! Susana, que serviría como himno de los buscadores de oro de California.
Con su nueva identidad, se convirtió en la primera periodista de investigación cuando, antes de que el periódico provinciano para el que trabajaba la relegara a la sección de ecos sociales, buscó trabajo en el periódico sensacionalista New York World propiedad del magnate de las comunicaciones Joseph Pulitzer.
Su primer artículo para su nuevo editor, fue un trabajo sobre los hospitales psiquiátricos, para lo que se internó en uno de esos hospitales destinado a mujeres, en el que haciéndose pasar por una demente, estuvo interna durante diez días, viviendo en las mismas condiciones que todas las enfermas y sin que nadie supiera de su verdadera intención ni su identidad.
Fruto de su experiencia en aquel hospital escribió un reportaje titulado “Diez días en un manicomio” que resultó un trabajo en el que denunciaba los abusos de la Administración sobre las pacientes y que obligó a las autoridades sanitarias a tomar medidas drásticas sobre el trato a los enfermos mentales, abriéndose una investigación oficial y liberándose importantes partidas presupuestarias para transformar la asistencia sanitaria de los enfermos mentales.
Pero la verdadera hazaña vino tiempo después, cuando la novela de Julio Verne se había hecho tremendamente famosa, alguien, posiblemente la propia Nellie, sugirió al director del World que sería un excelente reportaje si por parte del periódico se comprobara que aquella hazaña realizada por el protagonista de la novela, era posible hacerla en la realidad, e incluso mejorarla.
Después de madurar la idea, Pulitzer autorizó a realizar aquel ambicioso reportaje, por lo que se empezó a buscar entre los periodistas más intrépidos, uno que estuviera dispuesto a afrontar aquella dura prueba.
Cierto que no hubo muchos periodistas atrevidos, pero tan pronto como Nellie tuvo conocimiento de lo que se estaba buscando, se presentó voluntaria.
No se había pensado que el reportero fuera una mujer, pues la prueba era considerada muy dura y no desprovista de graves riesgos, pero el tesón de la periodista inclinó la balanza a su favor, haciendo ver que, el hecho de ser ella una mujer y que viajaría sola, daba cierto matiz morboso al tema.
Aun así, el director del World no veía claro el asunto, pero la decisión de la reportera lo dejó atónito, cuando al negarse a que una mujer emprendiera sola aquel viaje, Nellie le contestó: Pues manda a un hombre. Yo saldré el mismo día que él, lo adelantaré y escribiré la historia para otro periódico.
Hechos los preparativos oportunos y programada la ruta muy a conciencia, el 14 de noviembre de 1889, partió del puerto de Nueva York, con un itinerario por delante de 24.889 millas.
Desde Nueva York tardó seis días en llegar a Southampton, en donde tomó un tren para Londres, y sin perder un minuto, pasó al otro lado del Canal de la Mancha, a Calais, con el tiempo justo de tomar otro tren y dirigirse a Paris, con parada en Amiens, en donde se va a permitir el único lujo que aquel disparatado viaje le concede: conocer a Julio Verne y comentar con él las peripecias del viaje.
El escritor es muy reacio a creer que en menos tiempo de lo que él ha imaginado en su novela se pueda hacer un recorrido tan complicado y por eso le dice: “Señorita, si es usted capaz de hacerlo en 79 días, yo la felicitaré públicamente”.
Aquello no sirve sino para espolear la furia de Nellie, la cual ha recibido una noticia, quizás falsa, de que otro importante periódico también ha mandado a una reportera a dar la vuelta al Mundo, posiblemente siguiendo la idea que ante fue suya.
Desde Paris se traslada a Brindisi, al sur de Italia y desde allí toma un vapor con el que cruza el Mediterráneo, con parada en Port Said, antes de atravesar el Canal de Suez; cruza luego el Mar Rojo, el Mar de Arabia y hace escala en Yemen, concretamente en el puerto de Adén, el más importante en aquel momento y desde el que los británicos tratan de controlar la tradicional piratería del Océano Índico.
Cruza luego ese Océano Índico y hace escala en Colombo, la capital de la Isla de Ceilán, actualmente Sri Lanka. Desde allí se dirige a Malasia y luego a Singapur, en la misma Península Malaya. Desde allí a Hong Kong y luego a Yokohama, el único lugar de escala que no está bajo la dominación británica.
Esta ciudad y su puerto se encuentran actualmente en el área metropolitana de Tokio y es el mayor puerto de Japón. Desde allí zarpó para San Francisco, en la costa Oeste.
En tren cruzó los estados Unidos y se presentó en Nueva York a los 72 días, seis horas, 11 minutos y algunos segundos. El experimento había sido todo un éxito y la prensa se hizo eco mundial de la hazaña de la joven periodista.
Pero su popularidad comenzó ahí, cuando empezó a escribir las vivencias de su viaje, los encuentros con las personas que jalonaron sus singladuras, las experiencias vividas, los contrastes de culturas, el trato a las personas en general y a las mujeres en particular que se depara en los distintos países y continentes por los que había pasado y en fin, todas sus vivencias vertidas en el papel, con arte y maestría.
Nellie Bly se convirtió en un mito que todos los periodistas del mundo trataban de imitar y Nellie siguió escribiendo hasta que en 1895 contrajo matrimonio con un millonario llamado Robert Seaman, que le llevaba cuarenta años y que murió poco después, dejándole una inmensa fortuna que ella supo aprovechar, pues de inmediato se puso a la cabeza de todas las empresas de su marido, introduciendo innumerables modificaciones que le acarrearon una popularidad añadida.
Muy preocupada por la parte social de las empresas, consideró que igual que años antes había visto en aquel manicomio, en sus empresas no se trataba a los trabajadores con la consideración debida y así introdujo reformas sanitarias, horarios adecuados, salarios justos, cursos de formación, bibliotecas, gimnasios, y toda suerte de mejoras en las condiciones laborales.
Evidentemente su gestión social fue muy positiva y admirada por los trabajadores, pero ni la gestión empresarial ni la económica estuvieron a la altura de las circunstancias y, completamente arruinada, habiendo perdido todas sus empresas, tuvo que volver a dedicarse a la actividad periodística y empezó a escribir en el Evening Journal, de Nueva York.
Como periodista se decantó a favor del sufragio femenino, cubriendo la información de la Convención sufragista de 1913, sin embargo el voto no se concedió a la mujer hasta siete años después.
Fue la primera mujer corresponsal de guerra, cubriendo la información de la Primera Guerra Mundial en el Frente del Este.
Murió el 27 de enero de 1922 de una neumonía a la edad de cincuenta y siete años.
Ignoro si tuvo descendencia pues es un dato que no he sabido encontrar y casi me hace pensar que no la hubiera, lo que casa muy bien con su carácter. Mujer independiente, valiente, liberada de ataduras sociales, comprometida con la sociedad de su época y con su entorno, no duda en arriesgar su vida ingresando en un manicomio o emprendiendo un viaje de novela en una época en las que las comunicaciones no se parecían en nada a lo que tenemos hoy día.
De noble corazón, quiso enmendar los errores que la sociedad industrializada imponía a los asalariados, estableciendo mejoras que provocarían la ira de los demás empresarios que, sin duda alguna, debieron tener alguna participación en su posterior ruina.
Elizabeth Jane Cochran, Nellie Bly para sus lectores, tuvo una vida corta, pero plagada de emociones, imponiéndose a los varones con las armas que estaban a su mano y jugándoselo todo, sin que ninguna cuota de paridad hiciera nada por ella.
Un ejemplo a seguir.

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